
Cae la noche, pausada como el vuelo de una tórtola. Mi piel se estremece, fría como el mármol, de la lápida que recita mi nombre. Duelen los pies cuando caminan a ningún lugar, Pisando una y otra vez el mismo sendero equivocado. Un tapiz negro borró la primavera. El estío se aletarga y duele con la última palabra que desgarró en jirones mi esperanza. Hoy aún tengo un te quiero colgado en el dosel de mi lecho. Un te quiero que huele a mentiras y a romero. Moja mi cuerpo el recuerdo de tu caricia compasiva. Te dí amor a cambio de poder ahogarme cada día en el mar de tus ojos. Cerraste los párpados para que no viera el adiós en tu iris de caramelo. Hoy aún emborrono papiros con tu nombre. ¡Tu nombre repetido hasta el infinito! Enciendo una pira funeraria, quemo tu nombre, quemo tus besos, quemo todas las horas que te esperé. Asciende el humo y observas desde la lejanía como arde el amor. El fuego seca mi cuerpo, absorbe dos solitarias lágrimas que aún te dedico. ¡Tal vez ya no te amo! O tal vez sea tu amor lo que me impide saltar al vacío.
Me encanta como desde la piel llevas emocionantes sensaciones. Bello
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