

Imagen tomada de Pinterest
Hace tiempo que vive en un cuento, como una princesa encerrada en el reino de la noche; derrocha sentimientos clandestinos y busca por los rincones las risas que olvidó por no querer dejar una botella de ron.
Casi nos dimos de bruces cuando yo salía de la discoteca aquella madrugada; me costó reconocerla, con su tacón de aguja y su exceso de maquillaje. ¡Quién la ha visto y quién la ve! No se parecía en nada a la niña que yo recordaba. A pesar de que me habían informado de sus andanzas, me dolió comprobar cómo los años se le habían caído encima como una carga pesada y el cansancio se le apreciaba desde la cabeza hasta la puntera de sus zapatos de princesa.
La llamé por su nombre y se me quedó mirando fijamente un instante, después me sonrió como cuando éramos niños y jugábamos al escondite, ella, su hermano y yo. Le pedí que subiera al coche, que viniera conmigo y olvidara su mal humor. Me dijo que sí, que necesitaba un amigo, unos brazos acogedores y algo de comida.
Nos alejamos dejando atrás calles y avenidas, chabolas y rascacielos, luces, ruidos, silencios… Las gotas de lluvia de los retrovisores nos devolvían la imagen distorsionada de las calles de la ciudad. Entonces, yo le hablé de la pasión que siempre había despertado en mí y ella me confesó que lloró por desamor, que me perdió por aliarse con Lucifer y que siempre se había arrepentido de no darme aquel beso que le pedí una vez.
Entre fragmento y fragmento de conversación, entre lloros y risas, me besó. Nos fuimos a casa y la invité a cenar. Devoró el contenido del plato con la misma avidez con que recorrió todos los rincones de mi cuerpo a continuación, después me dijo que tenía que irse. La llevé a su destino; cuando llegamos, se bajó del coche, me dijo adiós y se alejó tambaleándose.
De vez en cuando paso por delante de la discoteca donde la encontré, pero hace tiempo que no la veo. Estará embrujada por algún mediocre pintor para el que posa, como una araña cautiva, o deambulando por las calles del Madrid de los Austrias, inventando un futuro sin manchas, envuelta en la brisa.