
Imagen aportada por la autora
Hoy Marisa se levanta a las siete y media, quiere ser la primera en llegar a las rebajas, ha puesto sus ojos en un abrigo multicolor de la firma CHIC cuyo precio en temporada no alcanza al destinado para este menester.
Ahí la tenemos apostada a la trapa de la tienda en cuestión. Sus ojos de búho intentan localizar la prenda deseada, pero no la distingue.
Marisa está preparada para correr los dos metros lisos evitando cualquier obstáculo hasta llegar al perchero idóneo. Mientras su adrenalina se acelera, su cabeza piensa: al que se le ocurra comprar el mismo abrigo, ¡mato!.
Llega la hora de abrir el establecimiento, comienza su carrera localizando la nueva posición en rebajas, lo identifica y va en su busca.
Sus pasos firmes y rápidos, sortean algunas personas que interfieren en el camino, tambien desbanca de un codazo a la rubia de bote que se dirige en igual dirección.
Por fin lo puede tocar, abrazar, admirar…. pero hay algo que la impide poseerlo por completo. Revisa la prenda descubriendo una mano desconocida que la lleva a contemplar el rostro de la mujer rubia de hace dos metros. Marisa enfurece, sus ojos rojos salen de las órbitas… comienza el forcejeo entre las dos, un tanto disimulado. Ninguna cede ante la otra, los tirones cada vez más notables ponen en peligro la integridad del abrigo marca CHIC, que en esos momentos sufre maltrato físicos por estos dos personajes. En un segundo todo da un giro de trescientos sesenta grados, una forzada ley salomónica lo rasga por la mitad.
A Marisa se le desfigura el rostro ante la incredulidad de lo sucedido, adios a su prenda favorita.
Ambas deciden abandonar las dos partes y ocultarlas entre el montón de pantalones desordenados que permanecen encima de la mesa. Cada una sale por puertas diferentes como perfectas desconocidas y si te he visto no me acuerdo.
Marisa desilusionada regresa a casa sin la compra y su deseo hecho añicos.