
ILUSTRACIÓN: Carolina de Bruijn Instagram: c_de_bruijn_illustrations
La Tierra era un inmenso tablero de ajedrez. La Luna un reloj, tic―tac, marcando las seis y diez. La noche caía sobre los habitantes (las piezas) de ese tablero cuyas vidas jugaban una partida comenzada hace tiempo.
Un anciano de escasos dientes y envuelto en una túnica rota y manchada escribía afanosamente sobre un papiro. Su reflejo situado sobre una casilla negra le incordiaba:
―¿Para qué te pasas la vida escribiendo, sin hacer nada más que imaginar las cosas que no te pasan?
―Para poner orden―contestó.
―¿Orden, dónde?
―En el mundo, en el universo…
―No seas cretino, ¿cómo vas a poner orden en lugares donde no existe el orden?
―De momento con un cuento.
―¿Y con un cuento vas a ordenar el mundo? Mira, en este caos nada es más importante que otra cosa. Tanta importancia tiene que un terremoto mate a miles de personas como que el aire arrastre un grano de arena. Todo es insignificante y relativo. ¿Y qué cuenta tu cuento?
―Es un cuento que habla de lo que ocurre en todos los puntos del universo, simultáneamente, en el mismo segundo. A él he consagrado mi vida.
―¿Ah sí?, ¿y a qué conclusión has llegado?
―Que estamos todos solos.
En ese momento la mano de un dios hizo pasar por encima de él a un obispo* riéndose y vestido de negro. El anciano murió en el acto. Pero esto, la verdad, no tiene demasiada importancia.
* Bishop en inglés significa tanto obispo como alfil.
facebook.com/jorgecastillocuentos