
Miró su agenda y redondeó con rotulador rojo la fecha en la que se encontraba: era su aniversario. Habían pasado veinticinco años desde que él y su mujer se dieron el sí quiero pero seguía amándola como el primer día. «Te querré a mi lado por siempre» le dijo él en el altar; ella le miró resplandeciente y le contestó: «si deseas con la suficiente fuerza, cualquier sueño se hará realidad». Desde ese momento aquella frase se convirtió en su mantra.
Puso unas velas con las formas del dos y el cinco a una tarta de chocolate, la preferida de su mujer, las prendió, cerró los ojos y comenzó a recitar en voz alta:
—Si deseas con la suficiente fuerza… —El timbre de la puerta le interrumpió. Se giró nervioso, anduvo unos pasos y posó la mano en el pomo.
—Soy yo cariño, date prisa en abrir. Tengo muchas ganas de verte.
A él se le iluminó la cara al escuchar la voz de su esposa, se sacó las llaves del bolsillo y las introdujo en la cerradura a toda prisa.
—Sabía que volverías por nuestro aniversario. Me prometiste que cualquier cosa era posible si lo deseaba con fuerza y así ha sido —abrió la puerta y continuó hablando—. Yo también cumplo mis promesas, ¿te acuerdas que te lo dije?, ¿que te querría junto a mí para siempre? Por eso enterré tu cadáver en el jardín de la casa de al lado.