

Era una destartalada silla olvidada en un sombrío rincón. Aguantaba el abandono a punto de desplomarme.
Aquel día, al abrirse la puerta, una corriente de aire me sacudió.
Antes de derrumbar la casa, una mano me rescató, reparó mis costillas con destreza y ahora formo parte de un decorado chic.