¿Tiene sentido elaborar recetas para el éxito? El catálogo de recomendaciones en esta materia puede llegar a ser verdaderamente extenso y variado: levantarse muy temprano, dormir muy bien, desayunar fuerte, desayunar liviano, imaginarse exitoso, no pensar en el éxito, centrarse en lo que uno sabe, salir de la zona de confort, prestar atención a lo que necesitan los demás, no prestar atención a lo que dicen los demás. Existe gente que se dedica exclusivamente a difundir sus recetas para el éxito, existe también gente que se considera exitosa y difunde sus recetas, aunque nadie se las pida.
No es descabellado pensar que ciertas actitudes conduzcan por lo general al fracaso, por ejemplo: insultar a los demás y tomarlos por tontos, no hacer nada en todo el día, menospreciar la importancia de la experiencia y el conocimiento, no cuidar la salud. Por supuesto, siempre es posible encontrar excepciones. Sin embargo, no se hará mucho daño si se recomienda no insistir en dichas actitudes como receta para evitar el fracaso. Pero nada garantiza que evitarlas conduzca al éxito.
Ahora bien, se busca precisamente el éxito y no la mera evitación del fracaso. La gente no se conforma con ciertas enseñanzas generales para no arruinar estrepitosamente su vida, quiere los pasos concretos a seguir para tener éxito, para destacarse de los demás. El problema es que semejante cosa nunca puede garantizarse.
Supongamos que todo el mundo siguiera celosamente los pasos que establece el recetario. En ese caso, ¿quién se destacaría? Todos estarían haciendo lo mismo. El cumplimiento universal del recetario implicaría al mismo tiempo su invalidación como tal, su pérdida absoluta de sentido. El problema de la idea misma de un recetario de esta naturaleza es que el concepto de éxito presupone el destacarse de los demás y también presupone el ser reconocido por ellos, pero la conducta de los demás no puede presuponerse, no puede tomarse como un dato.
Cosas tales como la atención y la indiferencia, la disciplina y la desidia, el ingenio y la torpeza, no pueden simplemente deducirse de un conjunto de premisas. Entonces, siempre habrá un alto grado de incertidumbre en estas cuestiones. Podemos seguir los mejores consejos a la hora de buscar la atención y el reconocimiento de los demás, y seguramente hay sabiduría en el gesto de seguir esos consejos. Pero nada impide que acabemos obteniendo justamente lo contrario.
Otro problema serio en la búsqueda del éxito es la dificultad a la hora de definir el objeto de esa búsqueda. Una persona que a nuestro juicio “lo tiene todo” puede sentir que no ha logrado suficiente y que debe seguir insistiendo. De este modo, quien vende recetas para el éxito siempre puede excusarse y argumentar que el comprador de sus consejos efectivamente ha logrado lo prometido, aunque no logre percibirlo.
Vemos aquí la importancia de sentirse exitoso, incluso de decirse exitoso. Cuando nos preguntamos cómo es posible que conozca el camino al éxito una persona cuyo único logro conocido es precisamente la venta de recetas para el éxito, debemos pensar en esto. Seguramente esa persona se siente exitosa y no tiene pudor a la hora de presentarse como tal. Lamentablemente, en lugar de decirnos todo esto, insiste en darnos recetas, tal vez como un intento de disimular los frágiles hilos que sostienen su tan valorada autoestima.
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