
Un día se despertó decidido a cumplir su sueño: quería convertirse en profeta. Así que se acercó al mar de redes, dividió los algoritmos de sus aguas y se dispuso a cruzar aquella tierras de perfiles enmascarados.
El viento no soplaba a su favor pero la gente, que comenzaba a reunirse curiosa en la orilla, provocó oleajes de “me gusta” que le alentaron a continuar. Muchos, admirando unas proezas que sin su ayuda nunca se hubieran producido, decidieron seguirle. Domaron avatares salvajes para usarlos, copiaron las formas de aquel “elegido” y siguieron sus pasos sin hacerse preguntas. Él, al ver aquel fervor, vio su sueño cumplido llegándose a creer su propia actuación. Mientras aquellas gentes, cegadas por un caminar que nunca había sido el suyo, acabaron perdiéndose por el scroll del mar. Y así fue como, siguiendo el capricho de un falso profeta, olvidaron qué querían, de donde venían y quiénes habían llegado a ser.