
By Paula C. Monreal
Porque eres tan tú en tus cosas… Tan loca, y tan cuerda, que asustas. Quizá por eso los demás se rindieron antes que tú, por el miedo. Lo mío fue enmudecer.
Te veo caminar apoyando los brazos mínimos sobre las barras paralelas que te guían y te sostienen. ¡Caminas y tus pies vuelan! Me sobrecoge la estampa: erguida como nunca jamás pensé verte. Te sonrío, me sonríes; sabes que vas a llegar. Llegamos juntas.
Agarradas de la mano miramos un horizonte que ya no nos queda.
Ya no quieres poesía, te desagrada escucharla de mí, porque ya no sale de ti. Gritas para no oírla.
–¡Ya, ya, ya, ya…! –Es tu lamento.
–“Hoy la tierra y los cielos me sonríen”, –te leo
–¡Ya, ya, ya…! –Es mi lamento
No necesitas recuerdos que te atrapen, que te hieran. Necesitas soltarlos para entrar limpia a ese nuevo mundo tuyo que también a mí me engulle y me duele.
¡Puto mundo lleno de vacíos!
Por fin la paz de nuestro instante. Tu rostro entregado al viento que nos pasa, y nos deja entre el dolor y la calma. Y nos lleva del abandono al abrazo. Y gritas tú y grito yo con más fuerza. Y te sostengo mientras caes soltando todo lo que ya no es tuyo.
Ya somos otras. Ya nos talló el olvido.
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