Héctor Urruspuru – POESÍA DE LOS DESAMORES – Colección Píndaro – Mes de noviembre.
Noviembre es un mes prolífico en Píndaro. Son publicados María Fernández Cuello, una voz maravillosa que debuta. José Ignacio Restrepo, el genial poeta a quien llamo «El domador de la luz» y finalmente Héctor Urruspuru, con su Poesía de los desamores. A continuación, dos semblanzas del poeta por Rodolfo Edwards y Gerardo Curiá.
Finalmente, la presencia del poeta conversando sobre poesía y belleza, en un reportaje unplugged que le hiciera en Buenos Aires en el 2010
Poesía de los desamores (por Gerardo Curiá)
Urruspuru construye un lirismo del desamparo. Sus héroes, mariposas en vuelo hacia los radiadores. Y él está en ese vuelo. Allí nace la epopeya de un edén luciferino del asfalto en trazos rítmicos y, en el ritmo, los colores. Es tierno y brutal al nombrar lo bizarro, tal cual un Bosco posmoderno.
Sus héroes mantienen al mundo en la trascendencia del Apocalipsis. Potencia del musgo y de los hongos, desde el mismo fondo crecen y transforman.
El poeta desgarra la tela de la palabra para llegar a la forma del hombre, bruma de la razón y de las apetencias. Dolor y bestialidad del lobo hasta la deificación del lobo que macera la carne de los desgraciados, de los poderosos.
Y Urruspuru lee con su voz de chamán gigante hasta las cenizas del papel, todo él es el verbo. Crece en las sombras de sus silencios contra respiración, matices azulados de vino donde bailan seres del desamor. Paisajes del Abasto, Sáenz Peña, San Martín, Devoto y toda esta tierra de índigo furioso, luna en cuernos. Allí, Lucio el Eremita, las mujeres secas sin amor, bolsa de los mandados, el poeta del manicomio, borda de ámbar mi mente, con su amada imaginaria, la larga procesión sin títulos en el atardecer de libélulas.
Y dice Héctor:
Uno debe tratar de focalizar en particular
el corazón de la noche que está en todas partes
ofrendarse en ese único latido
ser un fantasma que atraviesa muros
despertar al poeta que duerme
que sueña
que algo silente le ocurre en el aire
Y la ternura, profundidad de una corriente marina, matices cálidos sobre matices fríos. En su orfandad, cada uno de los seres de esta poesía, atesoran el amor. Trazos de cierto nihilismo marcados por la furia son ciertos, pero no han dejado de amar, aun en lo perdido.
El poeta podría decir, ¿acaso lo dice?:
Sólo Héctor Urruspuru (tan solo eso)
un prete que está buscando la soledad del cuarto
casi en la vigilia, bajo el borde con nieve del invierno
para abandonar, por hoy, antes de dormir
sobre la mesa austera
aquel pentagrama veloz, de mis sueños
LOS EDIFICIOS DE URRUSPURU (por Rodolfo Edwards)
Urruspuru escribe poemas altos, como edificios. Cimientos de sentido lirismo y una infinidad de balcones para sentarse a ver una ciudad en llamas. Como un Nerón suburbano, Urruspuru tañe su lira, se acomoda la corona de laureles y aguza bien la vista para no perderse detalle del desastre:
«una mujer sin amor
se seca
se seca
como esas que caminan
con la bolsa de los mandados
con un niño en la otra mano»
(de «La bolsa de los mandados»)
A pesar de los «contreras» de siempre que dicen que hay que «gambetear» a la realidad evadiéndose en la bruma de metáforas de segunda mano, poetas como Urruspuru se meten en el berenjenal, sin asco y con bronca.
Los titulares de los diarios de la sexta, las oscuras noticias voceadas por escuálidos canillitas en el atardecer se entremezclan con los versos de Urruspuru, conformando una argamasa dantesca, testimonial, apocalíptica:
«La camisetita de Boca te cubre el rostro
algo deformado por la rueda del camión
que afligido retrae sus alas grises neumáticas y no sabe qué
hacer”
(de «Desde qué lado querés que te mire…?»)
Mientras escribo estas líneas estoy escuchando un viejo tema de los Beatles: «Across the universe»…A nuestro pesar, dear Urruspuru, «dream is over», más que nunca…